sábado, 10 de enero de 2015

Celos, mentiras y posesión.

No pertenecemos a nadie, somos libres. Elegimos compartir nuestro tiempo y nos preocupamos por otros, pero eso no nos hace suyos.
Creo que es muy importante aprender a admirar las virtudes de los demás así como nos fijamos siempre en sus defectos. Pero,a veces, cuando aparece alguien que nos encanta, parece que queramos atraparlo en una cajita y disfrutarlo solo nosotros, alejarlo del mundo para que nadie lo corrompa o disfrute ese algo especial que creemos que es solo nuestro.

Hay que admirar a la gente por lo que es, y dejarla ser tal y como es, libre. No se puede intentar manipular o atrapar eso como si fuese una posesión o un objeto. Si la atrapamos, deja de brillar y pierde todo eso que la había hecho especial.

Los celos son un veneno de inseguridad y de posesión sobre alguien. Deberíamos pensar en que esa persona elige cada día estar a nuestro lado y compartir su tiempo y sus momentos con nosotros, no que haya firmado un contrato por el que debe hacerlo todo el tiempo y sino se convierte en traición. No hay traición, no hay celos, no somos de nadie.

Si alguna vez os sentís así, romped esa caja y salid de esa prisión. Nadie merece ser atado, hay que disfrutar de la libertad tanto física como mental.

jueves, 10 de abril de 2014

La muerte

La muerte. Ese gran elefante rosa del que nadie habla.

Me planteo porqué en esta sociedad se tiene tanto miedo a hablar de la muerte, algo tan natural como la vida misma. Algo que nos llega a todos y que forma parte del ciclo.

Siempre que pregunté sobre ello cuando era niño nunca nadie supo qué responderme. Siempre se usan los mismos eufemismos: ha ido a un lugar mejor, ha pasado a mejor vida, nos ha dejado para ir al cielo. Pero nadie nos dice la verdad de una forma que podamos entender. Nadie nos dice que nuestros cuerpos se deterioran y se desvanecen, o que ocurren accidentes que nuestros cuerpos no son capaces de soportar.

Tal vez si me hubiesen explicado qué era la muerte y me hubiesen dicho que nos llega a todos por igual, no me hubiese sido tan difícil de creer que un familiar al que quería tanto había dejado de existir de la noche a la mañana. Me costó meses entender que así era, que no iba a aparecer de nuevo por la puerta sin más. Suena ridículo dicho así pero creo que mucha gente entenderá a lo que me refiero.

Siempre es doloroso perder a alguien, pero el mundo sigue girando y debemos girar con él. Aprender a ser nosotros mismos en esa nueva situación. Pero tal vez sería más fácil entender que muchas veces, el dolor que sentimos es egoísmo por querer que esa persona siga ahí eternamente sin comprender que eso es imposible. Deberíamos entender el fin, aceptarlo y abrazarlo como una parte más de nuestra existencia. Así todo sería un poco más fácil.

Así que os animo a hablar de ello de una forma natural, sin miedo, sin tabú, desde el corazón y desde la ignorancia del que sabe lo poco que la ciencia nos ofrece. Pero hablar de ello nos hace un poco más fuertes.

Y recordad que todo tiene un final.

La evolución del amor

Hoy he tenido una conversación muy interesante con uno de mis mejores amigos. Por suerte, hemos ido creciendo juntos y viviendo experiencias que nos íbamos contando y nos han hecho llegar a quién somos ahora.

Resulta que cuando éramos adolescentes, el amor era una idea (casi platónica). Nos enamorábamos de una sensación, de una sonrisa, de un momento y erróneamente queríamos encerrar todo eso en una relación, como quién caza una mariposa por coleccionismo. Con el tiempo fuimos viendo que no somos poseedores de nadie, que la gente necesita su espacio, necesita volar y necesita crecer, así que o bien se crece juntos o cada uno tiene que tomar un camino diferente.

Hubo momentos en los que pensábamos que el hecho de que alguien nos dejase o nos rechazase era sinónimo de vacío existencial, de dolor y sufrimiento. A veces lo es, pero siempre se sale adelante.

La cuestión es que con el tiempo y las experiencias, nos damos cuenta de que, por un lado nos hacemos más exigentes (ya no nos rendimos ante un halago, una sonrisa o una frase seductora) y, en ocasiones, más duros e insensibles. Pasamos a buscar experiencias de poca duración en las que no comprometernos y tener que dar demasiado de nosotros mismos por miedo o pereza de pasarlo mal. Por otro lado, buscamos relaciones más prácticas y estables en lugar de buscar esa pasión y esa magia que tanto nos hacía perder la cabeza años atrás. Incluso tendemos a racionalizar las relaciones, a poner normas, a definirlas y encasillarlas.

Yo, personalmente, soy partidario de la libertad y del misterio. Me gusta que cada pareja sea un mundo, que cada pareja ponga sus límites donde los quiera o necesite y que el amor evolucione. Creo que lo que nos han hecho creer desde pequeños sobre el amor, es un reflejo de la tradición y la religión y que, muchas veces, el seguir todas esas reglas nos frustra y nos deja vacíos estemos con quién estemos. Porque, como he dicho antes, cada persona es un mundo, y tal vez, cuando una persona necesita monogamia extrema y sedentarismo, otra necesita sentir amor con varias personas o incluso tener sexo con otras personas.

Lo que sí da algo de pena, es que conforme vamos creciendo y vamos perdiendo esa capacidad de maravillarnos con las personas, de ilusionarnos como lo hacíamos, de enamorarnos de una mirada, de una sonrisa o de un momento. Y acabamos buscando algo fácil y seguro, que nos nos duela. Todo tiene su lado bueno y malo, y dicen que el amor es pura química, así que cada uno que busque el amor que más le llene.

martes, 18 de febrero de 2014

Amor

Ana tomaba su merienda cada tarde en la cafetería de la calle Parlamento, cerca del mercado de Sant Antoni. Los camareros la conocían y cuando entraba por la puerta empezaban a preparar su café con leche manchado y un croissant. 
Su mirada se perdía en el cristal que daba a la calle, pasaba horas viendo a la gente pasear: hombres que llegaban tarde al trabajo, adolescentes que se escapaban de clase, madres que lidiaban con todo el trabajo del hogar y aún tenían fuerzas para sus maridos, chicas modernas que iluminaban la cara de los obreros pasados de vueltas,...
Parecía triste. Dos años atrás, su marido se había marchado para no volver, lo cual era extraño a su edad. Ella repetía los días como si fuesen el mismo, exactamente el día en el que se fue. Salía a la calle a hacer la compra, paseaba por el barrio y llegaba sobre las cuatro al puerto, después volvía y merendaba en el bar. Allí solía esperar a que su marido volviese de las excursiones que hacía con sus amigos, pero esa tarde no volvió.

Lo que nadie supo nunca fue el paradero del señor García. Cada noche, tras volver a casa, ducharse y preparar algo de cena, Ana abría la puerta de la habitación del final del pasillo. Encendía un par de velas y abría la cama supletoria del armario. Todo se llenaba de un aroma rancio e intenso. Se tumbaba junto al cadáver de su marido, a estas alturas ya momificado, y le susurraba al oído que pese a sus esfuerzos por dejarla, jamás podría abandonar su casa, que estarían juntos para siempre.

¿Quién te gustaría ser?

¿Quién te gustaría ser? 

Esa gran pregunta que a todos nos han hecho alguna vez, probablemente en la escuela. 
Hoy pensaba en que todo lo que quería para mí no ha sido posible, todos esos sueños y planes para el futuro no se han cumplido. Si, aún queda mucho por delante, pero estamos en ese futuro que nos prometían. Ese mundo real que tanto asustaba. Esto era la vida. Y, siendo uno de sus inquilinos, me declaro totalmente defraudado por las expectativas. 

Lo sé, dicen que si uno no se lo trabaja, las cosas no llegan. Pero aunque suene a cliché de derrotista, yo he puesto de mi parte, lo he intentado y me he dado cuenta de que solo unos cuantos tienen la suerte de cumplir sus sueños. La vida no estaba hecha para todos por igual, las cartas están mal repartidas para que unos se lleven mucho y otros poco o nada.

El fracaso solo forma parte del aprendizaje, dicen. Pero no estaría nada mal tener algún tipo de esperanza, un pequeño destello de luz que nos dijese que vamos en el buen camino o que, al menos, llegaremos a tener algo por lo que luchar. Soñar es lo que nos mantiene vivos, pero ¿cuánto duran los sueños y qué los alimenta? 

El ser humano es caótico, egoísta, cruel y ambicioso. Todos quieren tener más de lo que tienen, aunque haya algunos que no tengan nada por culpa de ese desequilibrio. Me parece increíble que tras tantos años en este mundo no hayamos aprendido absolutamente nada del pasado. De las guerras, de las clases, del rechazo, del odio y de las ansias de poder. Vivimos dormidos con los ojos abiertos, matándonos por trabajar y ser normales, ser ciudadanos dignos de respeto. Pero ninguno se atreve a romper con todo eso y apostar por un mundo mejor, por cambiar las reglas y que todos podamos tener oportunidades. Me avergüenza no tener el valor de cambiar las cosas, de hacer algo que marque una diferencia porque eso, en parte, era lo que quería ser de mayor, alguien que cambiase el mundo. En lugar de eso, solo lucho por ganarme el pan y tener un techo en el que cobijarme. Me contento con tener amigos y familia, que no les pase nada malo. 

¿Quién me gustaría ser? 
Alguien respetable, alguien valiente, alguien con pensamiento crítico y abierto al diálogo, abierto a la cultura, al avance, al cambio. Me gustaría formar parte de ese cambio siendo diferente a los demás, dar un paso hacia adelante, alguien que no simplemente pase por la vida sin más, siendo un número en las listas o una fantasma al que te cruzas en el metro al volver de trabajar. Me gustaría que otros tuviesen este sueño y que poco a poco, se hiciese realidad. Que todo terminase para volver a comenzar.

domingo, 12 de enero de 2014

Barcelona desaparecida

La crisis se ha llevado muchos símbolos de la ciudad, lugares emblemáticos que daban color y llenaban los barrios de magia. El mayor daño se lo han llevado las antiguas librerías como la Catalònia o la Canuda, librerías centenarias que están en la ciudad desde el tiempo de nuestros abuelos. La cultura es lo primero que cae en tiempos de recesión.
También jugueterías como El palacio del juguete o Juguetería Monforte, también con más de cien años y situadas en el barrio gótico de Barcelona. 
El que más daño me hizo fue el bar de copas Hook, un local museo ambientado como un barco pirata y con su propia historia. 
Eran establecimientos con mucha personalidad y que recordaré con mucha ternura, pues su personal los llevaba con el máximo cariño. Han dejado un gran vacío difícil de llenar, poco a poco la ciudad va cambiando, esperemos que con el tiempo, nazcan nuevos locales que acaben ocupando un rincón en los corazones de los barceloneses.

Desde aquí quiero mandar un saludo y darles las gracias a esos vendedores que han compartido tanta ilusión con nosotros. Mucha suerte.

miércoles, 9 de octubre de 2013

La calle Wellington

Ya solo se ve luz a través de tres ventanas. El gran edificio militar, perdió su grandeza a través del tiempo. Sus columnas de hierro se oxidan y sus muros se estrechan en la gran inmensidad de la calle Wellington. 
Por la noche puede oírse desde sus últimas viviendas el sonido de los animales del zoo, que sufren en la oscuridad un día más en sus jaulas. 

El embrujo del edificio te atrapa cuando lo ves, aún parece haber vida incluso en aquellos pisos con las ventanas tapiadas. Parece surrealista cuando ves luz en una de ellas. Como si alguien se hubiese colado en un edificio abandonado.

Nadie pasea por allí, excepto los que van a buscar el tranvía, que parece haberse estancado en otra época. Allí, bajo la luz de la luna, tres mujeres esperan el final, que es lo único que queda por llegar. El fin de una época, de mil historias, de una calle que nunca volverá a ser igual.

A veces paseo por esa calle, intentando disfrutar de la sensación casi mágica que se respira por la noche, para que cuando llegue el día final, me lleve conmigo al menos el recuerdo.